SAN JUAN DE ÁVILA

 

DOCTOR DEL AMOR DIVINO

 

Córdoba 2022

 

San Juan de Ávila, Doctor del Amor Divino

la Edición (2022).

Edita

Centro Diocesano san Juan de Ávila. (Diócesis de Córdoba.)

Portada

Juan de Ávila, predicador.

Retrato realizado por el pintor francés Pierre Subleyras. Año 1746. Birminghan City Museum.

 

ÍNDICE

BREVE PERFIL BIOGRÁFICO ................................................................................................ 5

VIRTUDES DESTACADAS DE SAN JUAN DE ÁVILA................................................................. 9

Oración...................................................................................................................... 9

La Santa Misa........................................................................................................ 10

Caridad.................................................................................................................. 11

Amor a Cristo pobre............................................................................................... 11

Sufrimiento............................................................................................................ 12

Penitencia............................................................................................................... 12

Castidad................................................................................................................. 13

Virgen María.......................................................................................................... 14

Prudencia............................................................................................................... 14

Amor a Cristo......................................................................................................... 15

SAN JUAN DE ÁVILA MAESTRO DE SANTOS......................................................................... 17

Discípulos y escuela avilista................................................................................... 17

Relación con las órdenes religiosas........................................................................ 18

Influencia en el concilio de Trento y en algunos sínodos....................................... 20

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE ÁVILA............................................................................. 23

Amor de Dios.......................................................................................................... 23

Misterio de Cristo................................................................................................... 24

Cruz......................................................................................................................... 24

Eucaristía................................................................................................................. 25

A los sacerdotes...................................................................................................... 26

A las religiosas........................................................................................................ 26

Oración.................................................................................................................... 28

Virgen María........................................................................................................... 28

 

 

BREVE PERFIL

BIOGRÁFICO

 

San Juan de Ávila, nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, el 6 de enero de 1499, o de 1500, pues no se sabe con exactitud el año. Era el hijo único de Alfonso de Ávila, y Catalina Xixón. Sus padres, constituían una familia acomodada, que poseían distintos bienes, como por ejemplo, unas minas de plata en Sierra Morena (Almadén). Su padre era de descendencia hebrea, y este hecho, le trajo, al parecer, alguna dificultad a nuestro Santo.

En el año 1513 inició sus estudios en Salamanca, donde recibió una muy buena formación académica, y donde creció también en la práctica de las virtudes. En el año 1517 abandonó los estudios en Salamanca, para volver a su pueblo. Según nos cuentan sus primeros biógrafos, el Señor le tocó fuertemente el corazón, haciéndole ver la vanidad del mundo, y el vacío que deja en el corazón todo aquello que no es Dios.

Vivió en su casa paterna una vida entregada fundamentalmente a la oración y a la penitencia, retirada del mundo. Algunos biógrafos, incluso comentan la posibilidad de que San Juan de Ávila hubiera estado un tiempo en la vida religiosa, pero este es un dato que se desconoce. Permaneció durante tres años en su pueblo natal. En 1520 marchó para estudiar artes y teología en Alcalá, parece ser que fue animado a esta decisión por un fraile franciscano de probada virtud, que pasó por Almodóvar en aquella fecha.

Fue en Alcalá, alumno de Domingo de Soto, y compañero de estudios de Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, y de Fernando de Contreras, ambos grandes amigos de nuestro Santo.

En 1526, fue ordenado sacerdote. Celebró su primera misa en Almodóvar, para venerar la memoria de sus padres, ya difuntos. Invitó a doce pobres, entre los que repartió sus bienes.

Marchó después a Sevilla con el deseo de embarcarse para ir como misionero a América. En el tiempo que esperaba para embarcarse, empezó a realizar distintas tareas apostólicas, conviviendo con su amigo y compañero de estudios, el P. Fernando de Contreras, y otros sacerdotes, llevando un estilo de vida evangélico. Cuando el Arzobispo de Sevilla, Don Alonso Manrique, lo escuchó predicar, le mandó en virtud de Santa Obediencia que se quedara en Andalucía a misionar. Para el joven sacerdote Juan de Ávila, desde aquel momento su América, fue Andalucía.

Pronto se extendió por la ciudad y alrededores (Écija, Alcalá de Guadaira, Lebrija...), la fama de santidad del nuevo predicador. Las calles y las plazas se llenaban de gente para escuchar sus ardientes palabras. Pero no a todos le agradaba la predicación de nuestro Santo, y es por eso que fue denunciado al tribunal de la Inquisición. El proceso duró de 1531 a 1533, pero estuvo encarcelado solo un año (1532). En el periodo que estuvo en prisión, aprovechó para escribir el primer proyecto del Audi Filia (escucha hija), dedicado a Doña Sancha Carrillo.

Al declararse absuelto, se produjo una gran alegría en toda Sevilla, y sus predicaciones fueron acogidas con mayor gozo si cabe.

En 1535, marcha para Córdoba. Desde este momento, se le puede considerar ya perteneciente al clero cordobés, pues ésta ya era su diócesis y lugar de preferencia.

Su celo apostólico no conoce el cansancio. En Córdoba, dedicó tiempo especial a los sacerdotes. Comienza a tener en su entorno una escuela sacerdotal, que ya le acompañará hasta el final de su vida. Su gran obsesión fue la santidad del clero. Pero esto no restó tiempo para dedicarlo a misiones, predicaciones en las calles, fundación de colegios... En este periodo conoció a Fray Luis de Granada, gran amigo y discípulo suyo. Fray Luis fue el primer biógrafo del Santo Maestro Juan de Ávila.

En Córdoba se le asignó el beneficio de Santaella, (que cedería en 1540 para sus obras educativas). A finales de 1536, San Juan de Ávila se dirige a Granada. Allí, continúa ejerciendo los ministerios que le son característicos: catequesis, predicaciones, misiones, caridad...

 

El 20 de enero de 1537, se produce un providencial encuentro entre San Juan de Ávila y San Juan de Dios. San Juan de Dios, se convierte escuchando la predicación del Maestro Ávila, y éste ya lo tomara como amigo y consejero.

En 1539, se produce otro acontecimiento singular. Ha muerto la emperatriz, esposa de Carlos V. Acompaña el cortejo fúnebre, el primo del rey, Francisco de Borja. Éste también queda anonadado ante la fervorosa y ardiente predicación de San Juan de Ávila. Desde ese momento, también el Marqués de Lombay, pedirá consejo con frecuencia al Santo Maestro. Esta amistad continuará siempre, incluso cuando San Francisco de Borja se fuera general de la Compañía de Jesús.

Marcha después a Baeza (Jaén) aunque volverá a Granada en el año 1542, para predicar la fiesta del Corpus Cristi. En Baeza destacó sobre todo por la fundación de la universidad, aunque eso no lo retira de sus habituales ministerios.

Además de estas ciudades en las que el Santo ejerció su ministerio, hay que hacer mención de otros muchos lugares por los que pasó: Palma del Río (Córdoba), Jerez de la Frontera (Cádiz), Zafra (Badajoz), Montilla (Córdoba), Priego (Córdoba), Úbeda (Jaén), Lucena (Córdoba), Constantina (Sevilla), Alcalá de Guadaira (Sevilla)... y un largo etcétera...

En 1554, se retira a Montilla (Córdoba), ya enfermo. No quiso residir en el palacio de la Marquesa de Priego, y por eso vivió en una pobre casa de la calle de la Paz, que aún se conserva, como testigo de la oración y entrega de nuestro Santo.

Son muchas las cartas que se encuentran firmadas desde Montilla, como las dirigidas a San Ignacio de Loyola, y a Santa Teresa de Jesús. Escribió también los memoriales al Concilio de Trento, las Advertencias para el Concilio de Toledo, y, además, corrigió el Audi Filia. Pero en Montilla, a pesar de su delicada salud, no dejaba de predicar, confesar, dar catecismo a los niños, enseñar en el colegio de la Compañía de Jesús, atender espiritualmente a personas que a él se acercaban, y atender también, el monasterio de Santa Clara.

El Maestro murió en Montilla el 10 de mayo de 1569 y fue enterrado según su voluntad en la Iglesia del colegio de la compañía de Jesús, hoy Iglesia de la Encarnación, Santuario de San Juan de Ávila.

San Juan de Ávila maestro de santos, gran Evangelizador, al que le dolían ciertamente las almas. Trabajó incansablemente para que éstas se salvaran. En la lápida que guardaba su cuerpo, los discípulos escribieron: Messor erant (era segador), segador de almas, almas por las que se desgastó y fueron su gloria y su corona.

Fue beatificado en el año 1894, declarado patrono del clero español en el año 1949, canonizado en el año 1970, y declarado doctor de la Iglesia universal en el año 2012.

 

VIRTUDES DESTACADAS DE

SAN JUAN DE ÁVILA

Si nos detenemos a contemplar la vida de san Juan de Ávila, podemos extraer sus virtudes más destacadas. Las virtudes que deben también aparecer en toda vida sacerdotal:

Oración

Comenzamos por la oración, la vida de oración de nuestro santo. San Juan de Ávila, dedicaba dos horas por la mañana, y dos horas por la noche a la oración. Cuando enfermaba, solía aumentar los ratos de oración. Decía que los sacerdotes deben llorar por los hijos espirituales muertos, como la viuda de Naím. Se debe ir a la oración más para oír que para hablar. Así lo enseñaba él con su ejemplo, pues vivía de oración. "El sacerdote debe saber orar por su triple ministerio: mediador, predicador y maestro de oración y vida interior". Comprende el santo que la tarea ministerial dará fruto si brota de una profunda vida de oración. Así lo aconseja a un sacerdote:

«Cuanto a lo del ánima, le encomiendo que de tal manera aproveche a otros, que nunca pierda su oración mental y recogimiento; y en esto mire muy mucho, porque he visto algunos que han dado cuanto tenían, y quedáronse pobres para sí y para otros. Suelen, padre, decir que «de ello con de ello»; y en la limosna temporal dice San Pablo: No que haya de haber para otros holgura, para vosotros estrechez, sino por igual (2 Cor 8, 13). Más dura y más aprovecha lo que va más poco a poco, y más imprime una palabra después de haber estado en oración que diez sin ella. No en mucho hablar, más en devotamente orar y bien obrar está el aprovechamiento»'.

La Santa Misa

La Santa Misa era el centro de su vida sacerdotal y el centro de su evangelización. La celebraba pausadamente, con lagrimas en los ojos "trátelo bien que es Hijo de Buen Padre", decía a un sacerdote en el convento de Santa Clara de Montilla cuando celebraba la Eucaristía con cierta ligereza. Fue gran propagador de la comunión frecuente, y basándose en los Padres de la Iglesia enseñó el valor de la comunión espiritual. Prefería la presencia real de Cristo en la Eucaristía que la visita a los Santos Lugares.

A un sacerdote que le pedía consejo para celebrar con dignidad la Eucaristía el santo le responde con esta preciosa reflexión que a nosotros, sacerdotes nos puede ayudar a vivir en profundidad el sacramento del amor:

«Junte vuestra merced a esta consideración, de quién es el que al altar viene, el por qué viene, y verá una semejanza del amor de la encarnación, del nacimiento, de la vida y de su muerte, que le renueve lo pasado. Y si entrare en lo íntimo del Corazón del Señor y le enseñare que la causa de su venida es un amor impaciente, violento, que no consiente al que ama estar ausente de su amado, desfallecerá su ánima en tal consideración. Mucho se mueve el ánima considerando: «A Dios tengo aquí»; más cuando considera que del grande amor que nos tiene —como desposado que no puede estar sin ver y hablar a su esposa ni un solo día— viene a nosotros, querría el hombre que lo siente tener mil corazones para responder a tal amor, y dice como San Agustín: "Señor, ¿qué soy yo para ti, cuando me mandas que te ame? ¿Qué soy yo?" ¡Y tanto deseo tienes de verme y abrazarme, que, estando en el cielo con los que tan bien te saben servir y amar, vienes a este que sabe muy bien ofenderte y muy mal servirte! ¡Que no te puedes, Señor, hallar sin mí! ¡Que mi amor te trae! ¡Oh, bendito seas, que, siendo quien eres, pusiste tu amor en un tal como yo! Y que vengas aquí con tu Real Presencia y te pongas en mis manos, como quien dice: "Yo morí por ti una vez y vengo a ti para que sepas que no estoy arrepentido de ello; más si me has menester, moriré por ti otra vez"»2.

I Carta 4, O.C. IV, 30. Todas las citas del Santo Doctor, han sido tomadas de la edición Obras Completas de San Juan de Ávila, BAC, Madrid 2000.

2 Carta 6, O.C. IV, 44.

 

Caridad

Su virtud principal era la de la caridad. Su caridad nacía del amor entrañable que tenía a la Humanidad de Cristo "el Verbo Encamado fue juntamente libro y maestro". Su amor al prójimo fue la expresión del ministerio sacerdotal. Sentía los problemas de los demás como propios. Se preocupaba de la educación cristiana, humana integral, preocupación por los problemas sociales, la reforma del estado seglar y clerical. Es el amor lo que nos hace semejantes al mismo Dios. Así lo expresa en un sermón:

«De manera que, si no amamos, desemejables estamos a Él, tenemos ajeno rostro, no le parecemos, somos pobres, desnudos, ciegos, sordos y mudos y muertos; porque sólo el amor es el que aviva todas las cosas, y él es el que es cura espiritual de nuestra ánima, sin el cual está ella tal cual está el cuerpo sin ella. Amemos, pues, señor mío, y viviremos; amemos, y seremos semejables a Dios, y heriremos a Dios que con sólo amor es herido; amemos, y será nuestro Dios, porque sólo el amor le posee; amemos y serán nuestras todas las cosas, pues que todas nos servirán, según es escripto: [Los] que aman a Dios en todas las cosas tienen buen fin (cf. Rom 8,28). Si este amor nos aplace, pongamos la segur de la diligencia a la raíz de nuestro amor proprio y hagamos caer a este nuestro enemigo en tierra»3.

Amor a Cristo pobre

Buscad primero el Reino de Dios..." era su frase favorita, y decía que nunca le había faltado de nada. Vestía limpia y pobremente. Fue obrero sin estipendio. Renunció a prebendas y lujos de todo tipo. El motivo que le empujaba a ser pobre, no era principalmente el encontrarse más libre, sino el amor a Cristo. Su humildad le ayudó a ser un verdadero reformador. La pobreza que vivió el santo maestro y la que tiene que tener el sacerdote es por imitación y configuración con Cristo. No es la pobreza por la pobreza, sino ser "semejante a Jesucristo". Así lo expresa en un sermón:

« ¿Cómo contempláis la blandura de Dios, si sois áspero y duro para vuestros prójimos? ¿Cómo contempláis a jesucristo nacido en Betlem en un portal tan pobre, etc., si no tenéis paciencia para sufrir vuestra pobreza y las necesidades que se os ofrecen, y si deseáis en vuestro corazón ser rico? Grandes, pues, son los efectos de esta obra de Dios. No sin causa vino Dios pobre, podiendo venir rico; vino pequeño, podiendo venir grande, etc»4.

3 Carta 74, OC IV, 3 19.

Sufrimiento

Sabía sufrir pacientemente las injurias y las enfermedades "Señor más mal, y más paciencia". Tenía un gran celo por la extensión del Reino. Quería reconquistar las esposas de Cristo (las almas). Su predicación iba acompañada siempre del catecismo a los niños. Trabajaba siempre para la gloria de Dios, no buscándose a sí mismo. Así lo expresa en un sermón:

«Mira más Nuestro Señor al amor con que das, aquella dificultad que hallas en hacer alguna cosa y el trabajo que pones en lo cumplir y obedecer a Nuestro Señor, aquella ansia que tienes por cumplir lo que te manda, aquel celo de la honra de Dios que le deseas dar, aquello es lo que Dios mira, que no al otro que sin amor ni vivez, como de costumbre, lo hace, sin más sentimiento, como si no hiciese nada; aquello no es tan accepto al Señor ni lo paga tan en abundancia. Los prosteros que vinieron a trabajar debieron de arrepentirse, porque vinieron tarde a la viña del Señor, y dolerse hían por lo poco que trabajaron, y lo que trabajaron debió ser con gran ansia y con deseo que no se les acabara el día para trabajar más, y no mirar a lo que el Señor les había de dar, sino a hacer su hacienda y contentar a su Señor»5.

Penitencia

La penitencia la practicaba continuamente principalmente la noche del jueves al viernes, que solía pasar en oración. Pedía siempre comidas ordinarias. No admitía que murmurasen de nadie. La penitencia para el santo es entendida como una disposición para recibir al Espíritu Santo:

«Si miras a ti, razón tienes por cierto que no querrá venir el Espíritu Santo; ¿pero sabes qué has de hacer? Poner en medio de ti y de El a Jesucristo y a sus merecimientos; y viendo el Espíritu Santo lo que Jesucristo pasó por

 

ti, por amor de El, luego vendrá. Después que uno se desconsoló porque tú te consolases, después que uno se entristeció porque tú te alegrases, después que uno sufrió cansancio porque tú descansases, después que uno murió porque tú vivieses, no tienes que temer, si sabes llorar tus pecados y hacer digna penitencia. ¡Bendito sea jesucristo, y los ángeles lo bendigan! Amén»6.

4 Sermón 3, O.C. III, 50.

5 Sermón 8, O.C. III, 15.

Castidad

La castidad la veía en relación con el sacerdocio, en especial con la celebración de la Eucaristía. Insiste en poner los ojos y el corazón en el Señor evitando así las compensaciones que nos ofrece el mundo que marchitan la vida sacerdotal. Así lo aconseja a los sacerdotes de Córdoba en esa famosa plática que él no pudo predicar por enfermedad pero que sin embargo preparó con esmero teniendo como telón de fondo lo que conocemos como el "tratado sobre el sacerdocio":

« ¿Cómo, Dios mío, emplearé mis ojos en mirar nuevamente faz de mujer ni otra cosa que sea indecente, pues se emplean en mirarte a ti, que eres limpieza y hermosura infinita? Con mucha razón, por cierto, mandaste tú que todos los tuyos se saquen el ojo que les escandalizo (Mt 5,29); y con mucha más razón nosotros nos los debemos sacar.

Quiere decir que los mortifiquemos, por el acatamiento que se debe a la vista de su sagrada persona. La lengua del sacerdote llave es con que se cierra el infierno y se abre el cielo, y se abren las conciencias, y consagra a Dios. Si quisiéremos, padres, pecar con la lengua, pidamos otra lengua prestada; que esta con la cual consagramos a Dios y hacemos tan admirables efectos, en ninguna manera se sufre emplearla en servir al demonio con ella»7.

6 Sermón 27, O.C. III, 331-332.

7 Plática 1 a los sacerdotes de Córdoba, O.C. 1, 789.

 

Virgen Man'a

La devoción a María la expresa continuamente, y la aconseja a todo el mundo. Es un amante de Nuestra Señora. La veneraba con especial cariño en su casa de Montilla. Llega a comparar a los sacerdotes con Ella mostrando así su amor grande al sacerdocio y al mismo tiempo a María. Encuentra en la Madre de Dios, una madre que cura y sana al herido por el pecado. Una Madre de consuelo y de esperanza. Una Madre enfermera del Hospital de la Misericordia de Dios. Así lo expresa en un sermón:

«Ni hay virtud que vos no enseñéis ni trabajo en que no los consoléis y esforcéis, porque fuiste vos la más santa de las santas y la más trabajada de todas. Vos sois puesta para medio de nuestro remedio delante del acatamiento de Dios; en vuestras manos, Señora, ponemos nuestras heridas para que las curéis, pues sois enfermera del hospital de la misericordia de Dios, donde los llagados se curan.

Y aunque tenemos gran confusión y vergüenza de presentar delante de tanta limpieza la hediondez de nuestras abominables llagas, creemos que os dotó Dios de tanta misericordia, que vuestra limpieza y pureza no se desdeña ni alanza de sí a los pecadores llagados, más que cuanto es mayor su necesidad, tanto más vuestra misericordia os mueve a su remedio, conformándoos con vuestro Hijo bendito, que no vino a llamar justos, sino a pecadores a penitencia (cf. Mt 9,13).

Prudencia

Destacó por su prudencia, consejo y discreción. Conocía sus propios defectos. Todo esto le ayudó a ser verdadero padre de muchas almas que en él encontraba luz de Dios, amor, comprensión y exigencia para vivir con radicalidad el Evangelio. Define en sus cartas como debe ser el padre espiritual, el sacerdote que atiende a las almas:

«Teniendo, pues, el espíritu de su Hijo para con Dios, con el cual clamamus: Abba! (Pacer) (Rom 8,15); teniendo en nuestras entrañas reverencia, confianza y amor puro para con Dios, como un hijo fiel para con su padre; resta pedirle el espíritu de padre para con sus hijos que hubiéremos de engendrar. Porque no basta para un buen padre engendrar él y dar la carga de educación a otro; mas con perseverante amor sufrir todos los trabajos que en criarlos se pasan, hasta verlos presentados en las manos de Dios, sacándolos de este lugar de peligro, como el padre suele tener gran cuidado del bien de la hija hasta que la ve casada.

Y este cuidado tan perseverante es una particular dádiva de Dios y una expresa imagen del paternal y cuidadoso amor que nos tiene. De arte que yo no sé libro, ni palabra, ni pintura, ni semejanza que así lleve al conocimiento del amor de Dios con los hombres como este cuidadoso y fuerte amor que Él pone en un hijo suyo con otros hombres, por extraños que sean; y ¡qué digo extraños!; ámalos aunque sea desamado; búscales la vida, aunque ellos le busquen la muerte; y ámalos más fuertemente en el bien que ningún hombre, por obstinado y endurecido que estuviese con otros, los des- ama en el mal. Más fuerte es Dios que el pecado; y por eso mayor amor pone a los espirituales padres que el pecado puede poner desamor a los hijos malos. Y de aquí es también que amamos más a lo que por el Evangelio engendramos que a los que naturaleza y carne engendra, porque es más fuerte que ella, y la gracia que la carne»8.

Amor a Cristo

La clave fundamental de la santidad del Maestro Ávila fue el saber tender continuamente hacia el amor, y que no le atraían propiamente las virtudes en sí mismas, sino el misterio de Cristo vivido y predicado. Estar profundamente enamorado de Cristo es el único y verdadero secreto de la santidad cristiana y por supuesto de la santidad sacerdotal. Para concluir esta sencilla reflexión presentamos un texto del santo maestro sobre el amor apasionado por Cristo que se manifiesta en su famoso "Tratado del amor de Dios". Con estas palabras pedimos al Señor que nos enamoremos todos y cada uno de nosotros de este Jesús crucificado que por nosotros ha dado su vida y nos mueve e invita a más amor:

«No solamente la cruz, más la mesma figura que en ella tienes, nos llama dulcemente a amor; la cabeza tienes inclinada, para oímos y damos besos de paz, con la cual convidas a los culpados, siendo tú el ofendido; los brazos tendidos, para abrazarnos; las manos agujereadas, para damos tus bienes; el costado abierto, para recebimos en tus entrañas; los pies enclavados, para esperarnos y para nunca te poder apartar de nosotros.

De manera que mirándote, Señor, todo me convida a amor: el madero, la figura, el misterio, las heridas de tu cuerpo; y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide de mi corazón. Pues ¿cómo me olvidaré de ti? Si de ti me olvidare, ¡oh buen Jesús!, sea echado en olvido de mi diestra; pegúese mi lengua a los paladares si no me acordare de ti y si no te pusiere por principio de mis alegrías (Sal 136,5-6)»9.

 

 

8 Carta I , O.C. IV, 7.

9 Tratado del amor de Dios, n I I , OC I, 970-97 I .

 

JUAN DE ÁVILA

MAESTRO DE SANTOS

 

Discípulos y escuela avilista

Sus discípulos eran clérigos, religiosos y laicos. Algunos eran dirigidos espiritualmente. Los discípulos tenían programada una actividad muy amplia y a todos los niveles: en parroquias y en los caseríos de pastores, colmeneros y cabreros; entre los pescadores de las costas andaluzas y en las minas de Almadén; también actuaban en universidades y colegios, en cabildos y obispados y como consejeros de las autoridades eclesiásticas y civiles.

Fueron sus discípulos los que conservaron su recuerdo y sus escritos, como Juan de Villarás y Juan Díaz. El primero convivió con el Maestro unos quince años, colaborando en la redacción del "Audi filia". El segundo, pariente del Maestro, preparó la primera edición de las obras (1588). Los numerosos discípulos que se hicieron jesuitas (unos treinta) actuaron en España, Italia, Portugal, América, India. Desde la universidad de Baeza (Jaén), tuvieron gran influencia, como formadores, Bernardino de Carleval y Diego Pérez. El dominico Fr. Luís de Granada, discípulo, amigo, colaborador y biógrafo. También tuvo relación con San Juan de Dios (su dirigido), San Francisco de Borja y San Juan de Ribera, con la consiguiente influencia avilista en su radio de acción.

La escuela avilista corresponde más bien al grupo de discípulos, dirigidos y colaboradores. Prescindiendo de la exactitud del término ("escuela"), sí se puede constatar un grupo muy consistente de personas e instituciones que fueron influenciadas por el Maestro o que fueron transmisoras de su testimonio y enseñanzas. El influjo se concretó en los caminos de la vida espiritual y en los de la vida sacerdotal. El término "escuela" y la agrupación de sus "discípulos" no puede hacer olvidar la línea eclesial universalista del Maestro Ávila. Su celo apostólico no tenía fronteras, a partir del universalismo de la redención y de la naturaleza de la Iglesia. No perdió nunca sus aspiraciones misioneras, aparentemente truncadas al no poder embarcar para las Indias. Estos horizontes misioneros los cruzaron muchos de sus discípulos, a quienes, como afirman sus biógrafos, había encargado "que predicasen por el mundo, dilatasen la verdad evangélica, manifestasen los tesoros que tenemos en Cristo crucificado" (L. Muñoz, Vida, lib. 2°, cap. 1). Algunos marcharon al Nuevo Mundo (Indias occidentales), al África y a la India (Indias orientales).

Relación con las órdenes religiosas

La relación del Maestro Ávila con las Órdenes religiosas se plasmó en una cierta influencia y, al mismo tiempo, resultó un medio providencial para transmitir su herencia a nivel interdiocesano e internacional. Además de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, hay que recordar principalmente a los dominicos, jesuitas y carmelitas.

Respecto a la Orden de Santo Domingo, bastaría con recordar a Fr. Luís de Granada, su discípulo, amigo, colaborador y biógrafo. Pero la relación con los dominicos puede decirse que comenzó en sus años de estudiante en Alcalá, donde fue muy apreciado por el Maestro Domingo de Soto. Fueron muchos sus amigos y discípulos dominicos, especialmente en Córdoba, donde algunos iban a escuchar sus sermones. La influencia del Maestro Ávila en Trento es también debida al dominico Venerable Bartolomé de los Mártires (1514­1590), arzobispo de Braga (Portugal), quien, con el Don Pedro Guerrero, tuvieron en cuenta los Memoriales del Maestro Ávila para las cuestiones referentes a los Seminarios y a los matrimonios clandestinos.

La Compañía de Jesús se lleva la palma, si se trata, al menos, del número de jesuitas que procedían de los discípulos avilistas (unos treinta) y, sobre todo, de las grandes alabanzas tributadas por San Ignacio de Loyola. El aprecio que sentían por el Maestro, tanto San Ignacio como San Francisco de Borja, se tradujo en una valoración y divulgación de sus escritos y de su fama de santidad. Los jesuitas que habían conocido al Maestro hicieron otro tanto: Nadal, Laínez, Araoz, Estrada, Plaza, Francisco de Toledo, etc. Algunos le habían escuchado las pláticas habidas en Montilla. Y, sobre todo, fueron los discípulos que entraron en la Compañía, quienes divulgaron la figura del

 

Maestro: Cristóbal de Mendoza (el primer discípulo que entró en la Compañía, admitido por San Ignacio en Roma, 1546), Diego de Guzmán (hijo del conde de Bailén), Antonio de Córdoba (hijo de la marquesa de Priego), Gaspar Loarte (converso y gran catequista y predicador), Francisco Gómez (teólogo y canonista, que le ayudó en la redacción de las "Advertencias para el concilio de Toledo"), Diego de Santa Cruz (que, enviado por el Maestro a Portugal, entró en la Compañía), Alonso de Barzana (misionero y catequista en Perú), Gaspar Pereira (que le asistió en su muerte y marchó como hermano jesuita al Perú), etc.

Los escritos catequísticos del Maestro fueron divulgados principalmente por los jesuitas (Roma, Mesina, Florencia...). El P. Juan de la Plaza llevaría a México una buena herencia avilista, especialmente por los sermones o pláticas que le había entregado el Maestro cuando el Padre Plaza estaba en Montilla y en Córdoba, predicando al clero.

La relación con la Orden carmelitana renovada, fue de suma importancia para la mística española y para garantizar la autenticidad de las gracias recibidas por Santa Teresa de Jesús. Algunos discípulos del Maestro se hicieron carmelitas de la descalcez, especialmente en Baeza y La Peñuela. El aprecio de Santa Teresa por el Maestro Ávila influyó en la divulgación de su vida y escritos. El biógrafo Luís Muñoz deja constancia de este aprecio: "La gloriosa Santa Teresa de Jesús derramó por esta muerte copiosas lágrimas... y habiendo sabido de ella la causa de su llanto, le dijeron que por qué se afligía tanto por un hombre que se iba a gozar de Dios. A esto respondió la santa: «Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna y muchas almas un grande amparo, que tenían en él, que la mía, aun con estar tan lejos, le tenía por esta causa obligación»" (Vida, lib. 3°, cap. 24).

Cuando se fundó el colegio universitario descalzo de Baeza en 1579 (regido por San Juan de la Cruz), los Padres carmelitas se relacionaron con los discípulos y la herencia avilista. Algunos discípulos del Maestro seguían rigiendo la universidad y fueron grandes amigos de los carmelitas descalzos.

Respecto a la Orden franciscana, aunque los datos disponibles son pocos, no deja de tener importancia el encuentro con San Pedro de Alcántara en Zafra (Badajoz) durante una de sus visitas apostólicas (1546). San Pedro de Alcántara fue un gran propagandista del tratado sobre "Oración y meditación" (de Fr. Luís de Granada); allí se cita repetidamente la doctrina del Maestro Ávila.

Entre los santos contemporáneos del Maestro, además de San Juan de Dios, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San Pedro de Alcántara, hay que recordar a San Juan de Ribera, quien ha sido llamado el "San Carlos Borromeo español" y puede considerarse un eslabón de la influencia avilista en su época. Hemos recordado todos estos santos en el primer capítulo. Siendo obispo de Badajoz, San Juan de Ribera puedo haber influido, por medio de los escritos avilistas, en el Sínodo de Santiago de Compostela; posteriormente sería en los sínodos de Valencia, cuando conservaba los sermones manuscritos del Maestro, con anotaciones propias al margen. Es muy significativo el hecho que Fr. Luís le dedicara la primera biografía sobre el Maestro Ávila.

Influencia en el concilio de Trento y en algunos sínodos pos-tconciliares

Las personas providenciales que hicieron posible la influencia del Maestro Ávila en Trento fueron Don Pedro Guerrero (arzobispo de Granada, que llevaba los "Memoriales"), Don Cristóbal de Rojas (obispo de Córdoba) y Fr. Bartolomé de los Mártires (arzobispo de Braga). Se hicieron famosos entre los padres conciliares los "papeles" de Don Pedro Guerrero. La influencia se puede constatar en los siguientes temas: figura y residencia de los obispos, catequesis, matrimonios clandestinos y, especialmente, la formación sacerdotal en los Seminarios.

En la sesión 23', durante la tercera etapa, se encuentra el can. 18 de reforma (15 de julio de 1563) que se refiere a la institución de los Seminarios. La doctrina de la ses. 23a se refiere a la cura pastoral, a base del conocimiento de las ovejas y la dedicación de los pastores a los ministerios de la palabra, los sacramentos y la caridad, siempre con el testimonio de vida. El texto conciliar tiene muchas expresiones parecidas a la doctrina avilista. El decreto sobre los Seminarios refleja toda esta doctrina conciliar y avilista, especialmente cuando se trata de la formación teológica, pastoral y espiritual que se impartirá en ellos. El objetivo al que tienden las disposiciones conciliares se puede resumir con esta afirmación de la misma sesión conciliar: "Para enseñar la verdad que todos deben saber para salvarse, y para administrar los sacramentos, dando pruebas de auténtica piedad, castidad y buen ejemplo" (ses. 23, can. 14 de reforma).

La doctrina avilista sobre este tema trascendental se encuentra en los Memoriales, expuesta con mucha convicción y partiendo de la tradición eclesial y de la propia experiencia. Según el Maestro, no se daría la renovación de la Iglesia sin la selección y formación sacerdotal: "Y éste es el punto principal del negocio y que toca en lo interior de él; sin lo cual todo trabajo que se tome cerca de la reformación será de muy poco provecho, porque será, o cerca de cosas exteriores, o, no habiendo virtud para cumplir las interiores, no dura la dicha reformación por no tener fundamento" (Memorial I, n.5, 139ss).

Al hablar de la renovación eclesial, el Maestro se remite a la tradición, aludiendo al can. 24 de concilio IV de Toledo: "Esto que dice el concilio parece que se debe practicar de la manera siguiente: que en cada obispado se haga un colegio, o más según la cualidad de los pueblos principales que en él hubiere, en los cuales sean educados, primero que ordenados, los que hubieren de ser sacerdotes". El cuidado de los Seminarios recae principalmente sobre los obispos, puesto que "son obligados a dar a sus ovejas pastores que las sepan apacentar" (Memorial II, n.71, 2915s).

Pero, sobre todo, insta en la selección de los candidatos: "Los que hubieren de ser elegidos para estos colegios sean de los mejores que hubiere en todo el pueblo, haciendo inquisición de ello muy de raíz el obispo y los que el concilio le señalare por acompañados. Y de esta manera vendrán llamados y no injeridos, y entrarán por la puerta de obediencia y llamamiento de Dios" (ibídem, n.17, 458ss). También insta a una formación adecuada.

Los estudios especializados, así como la misma "Positio" para la canonización, han demostrado la influencia avilista en el concilio tridentino. Fueron los santos de la época, quienes más contribuyeron a la aplicación de los decretos conciliares: San Ignacio, San Juan de Ávila, San Pío V, San Carlos Borromeo (con seis Seminarios en Italia), San Gregorio Barbarigo (Italia), San Juan de Ribera (Valencia), Santo Toribio de Mogrovejo (Lima)... A la influencia del Maestro Ávila en Trento, hizo alusión Pablo VI, durante la homilía de la canonización (31 de mayo de 1970) donde afirmó que: "El Concilio de Trento ha adoptado decisiones que él había preconizado mucho tiempo antes".

La influencia en el concilio de Toledo y en otros concilios provinciales, fue especialmente por medio de las "Advertencias al concilio de Toledo. Pudo haber también una influencia en el concilio provincial de Santiago de Compostela (1565-1566), por medio de San Juan de Ribera allí presente, obispo por entonces de Badajoz. El tercer concilio de Lima (1582-1583), presidido por Santo Toribio de Mogrovejo, tomó algunas orientaciones de las actas de los concilios de Toledo y de Granada. La influencia en el tercer concilio de México (1585) se puede constatar por el hecho de citar abundantes textos de los concilios de Toledo, Granada y Lima. El P. Plaza S.I., discípulo del Maestro Ávila, era consultorteólogo del concilio, visitador y provincial en México desde 1580. La influencia se nota especialmente en los decretos sobre la catequesis y sobre la vida clerical.

 

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE ÁVILA

 

Amor de Dios

  El mayor consuelo de quien ama es saber que le va bien a quien ama, aunque a él venga trabajo. (Carta 78)10

  Si amásemos, el amor lo haría todo liviano y aun delectable. (Carta 49)11

  Ámanos Dios verdaderamente, aunque alguna vez disimula su amor y finja que se va lejos. (Carta 51)12

  Aprende, aprende, cristiano. ¡Dios hombre por amores! (Sermón 65)1'

  ¡Oh dulce fuego! ¡Oh dulce amor! ¡Oh dulce llama! ¡Oh dulce llaga, que así enciende los corazones helados más que nieve, y los convierte en amor! (Tratado del amor de Dios)14

  ¡Oh piélago de amor! ¡Oh abismo sin suelo lleno de amor! ¿Quién dudará ya del amor de Cristo? ¿Quién no se tendrá por el más rico del mundo, pues de tal Señor es amado? (Tratado del amor de Dios)15

  Amad, amad a jesucristo, y será vuestro Jesucristo. No cuesta más. (Sermón

57)16

10 OC IV, pág. 332, n° 85.

11 OC IV, pág. 246, n° 25.

12 OC IV, pág. 251 n°35.

13 OC III, pág. 875, n° 26.

14 OC I, pág.969, n°10.

15 OC I, pág. 963, n° 265.

16 OC III, pág. 773, n° 14.

 

  El amor de Dios muy guardado ha de estar, como un hueso duro de un firme propósito de nunca hacer cosa contra él. No le ha de tocar nada. (Sermón 5 b)'7

  En dos cosas nos conviene mucho estudiar, si no queremos ofender a nuestro Señor: una es en amar su bondad, otra en confiar de su misericordia. (Carta 54)18

Misterio de Cristo

   Quien a Él alzare sus ojos • y le mirare a las manos, quien fuere mendigo de su puerta, quien le deseare y se fatigare de hambre de Él, será recreado con su hartura, que tanto excede a la de las criaturas cuanto excede Él a ellas. (Carta 39)19

— . ¡Qué mayor novedad pudo ser que hacerse Dios hombre y ser pobre y cansarse el que es riqueza y descanso del cielo y la tierra! ¡Qué mayor novedad que morir el que es vida! (Carta 44)20

   Oh sangre preciosísima! ¡Y cuán mal hueles al mundo! No hay quien quiera seguir vuestras pisadas. Derramar sangre por vos, Señor, muy dificultoso se le hace al mundo. (Sermón 15)21

Cruz

   En la cruz me buscaste, me hallaste, me curaste y libraste y me amaste, dando tu vida, sangre por mí en manos de crueles sayones; pues en la cruz te quiero buscar y en ella te hallo y hallándote me curas y me libras de mí, que soy el que contradice a tu amor, en quien está mi salud. Y libre de mi amor, enemigo tuyo, te respondo, aunque no con igualdad, empero con semejanza, al excesivo amor que en la cruz me tuviste, amándote yo y

padeciendo por ti, como tú, amándome, moriste de amor de mí. (Carta 58)22

17 OC III, pág. 95, n° 21.

18 OC IV, pág. 258, n° 1.

19 OC IV, 205, n. 30.

20 OC IV, 229, n. 190.

21 OC III, 214, n. 18.

22 OC IV, 269, n. 50.

 

No es razón heredar con Cristo los gozos del cielo y no querer parte con Él en los dolores del suelo. (Carta 81)23

Amado fué en cruz, ame en cruz; caro costó a Cristo y con gemidos le parió quien le ganó, no quiera él al Señor ofrecer sacrificios que no le cueste trabajo y dolor en la sensualidad. (Carta 2)24

Eucaristía

El Santísimo Sacramento es manjar para flacos, manjar de desmayados, de tristes, llorosos, desconsolados, manjar de pobres. (Sermón 47)25

¡Oh bondad sin tasal ¡Oh amor sin medida, que tienes convidados a los hombres para que coman y beban sobre tu mesa; y siendo el manjar tú, los conviertes en ti; y siendo. tú verdadero Dios, haces a ellos dioses por participación! (Sermón 56)26

Apareja, hermano, tu lámpara y recíbelo con amor; que aunque otro pensamiento no tuvieses sino pensar que cada día viene jesucristo a la tierra, bastaba para hacerte bueno. (Sermón 41)27

Si el sacerdote y el que va a comulgar desmenuzase muy bien a jesucristo primero, no dudo sino que sentiríades grandísimo sabor y dulzura en comulgar. Pero no lo desmenuzáis, no os aparejéis, ¿qué queréis que os haga? (Sermón 47)28

¿Sabéis qué es comulgar? Tener todos un corazón. (Sermón 57)29

 

23 OC IV, 342, n. 180.

24 OC IV, 18, n. 130.

25 OC III, 625, n. 25.

26 OC III, pág. 755, n° 18.

27 OC III, pág. 557, n° 35.

28 OC III, pág. 625, n° 24.

29 OC III, pág. 775, n° 18.

 

A los sacerdotes

Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad. (Plática 15)30

Esto, padres, es ser sacerdotes: que amasen a Dios cuando estuviere, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con él; que tengan virtudes más que de hombres y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles terrenales; y aun, si pudiere ser, mejor que ellos, pues tienen oficio más alto que ellos. (Plática l )3'

Somos los ojos de la Iglesia, cuyo oficio es llorar los males todos que vienen al cuerpo; y que, para hacer bien este oficio, pongamos ya fin a nuestros placeres, y hollemos ya llano, como dicen, y andemos con entrañable cuidado, como gente que trae sobre sus hombros una carga en gran manera pesada. (Plática 2)32

Sacerdote regalado, holgado, no es de Cristo, sino de Baal, del demonio. (Sermón 73)33

A llorar aprienda quien toma oficio de padre... (Carta 1)34

Los hijos que hemos por la palabra de engendrar, no tanto han de ser hijos de voz cuantos hijos de lágrimas; porque si uno llora por las ánimas y otro predicando las convierte, no dudaría yo de llamar padre de los así ganados al que con dolores y con gemidos de parto lo alcanzó del Señor, antes que al que con palabra pomposa y compuesta los llamó por defuera. (Carta

A las religiosas

— ¿Pensáis que el amor de vuestro Esposo, que llegó a derramar sangre, que tiene recompensa, si alguna hay, sino con derramar sangre? Sangre habéis de derramar, señoras, por amor de vuestro Esposo, porque, aunque no haya tiranos que os quiten las cabezas, como antiguamente, pero no faltarán demonios, no faltarán temptaciones, en cuya resistencia sea menester derramar sangre, quiero decir, que os vemán trabajos, temptaciones y persecuciones, que querríades más y sintiríades menos el abriros las venas y aun sacaros los ojos y cortaros la cabeza. (Plática, 15)36 El regalo de la monja, el descanso de la esposa de jesucristo, ha de ser padecer por su muy amado y querido Esposo, y porque en esto se muestra ver lo mucho que le ama, no ha de procurar la esposa de jesucristo consolación de la tierra, no consuelo de las criaturas, todo lo ha de despreciar y poner debajo de los pies. (Plática, 15)37

30 OC I, 790, n. 110.

31 OC I, 793, n. I0.

32 OC I, 810, n. 405.

33 OC III, 995, n. 6.

34 OC IV, 7, n. 100.

35 OC IV, 7, n. 95.

—         Esposas de Cristo, no os escandalicéis que, si lindezas perdistes por amor
de Cristo, lindezas os darán. Todo lo que dejastes por Cristo, todo se os volverá en mayor abundancia que lo dejastes. Alegraos en esto, y decid cuando os viéredes angustiadas con la memoria de lo que dejastes: «Si algo, Señor, por vos dejé, todo es poco, porque más y más merecéis, y más soy obligado a hacen>. (Sermón 29)38

Las monjas, señoras, de todo consuelo humano se habían de despojar por razón del divino, habían de ser como Melquisedec, sin padre, ni madre (Cf. Hebr., 7, 3), ni parientes, ni amigos. Había de pensar la monja, en entrando en el monesterio, que está mil leguas de su tierra, y han ya muerto todos sus parientes y amigos, para se ocupar toda en su solo Esposo. (Plática,

l 5)39

— Obedeced, doncella, abajaos, servid, barred, haced todo cuanto pudiéredes. Cuanto más trabajo tuviéredes acá, tanto más rico y más honrado será vuestro collar en el cielo. Perded aquí y ganaréis acullá. Si aquí pasáredes soledad, seréis después compañera de los que gozaren de Dios; si cerráredes vuestros ojos aquí, en el cielo verán a Dios; si trabajáis aquí, acullá descansaréis en la gloria para siempre. (Sermón 29)40

36 OC I, 885, n. 9.

37 OC I, 887, n. I I .

38 OC III, 360, n. 23.

39 OC I, 885, n. I I .

40 OC III, 362, n. 28.

 

Oración

   Así como el arar y sembrar es medio para coger trigo, así la oración para alcanzar frutos espirituales. Por lo cual no nos debemos maravillar si tan poco cogemos, pues que tan poca oración sembramos. (Audi Filia 2)41

   Si tuviésedes callos en las rodillas de rezar y orar, si importunásedes mucho a Nuestro Señor y esperásedes de Él que os dijese la verdad, otro gallo os cantaría. ¿Quieres que te dé su luz y te enseñe? Ten oración, pide, que darte ha. Todos los engaños vienen de no orar. (Sermón 13)42

Virgen Man'a

   Más querría estar sin pellejo que sin devoción de María. (Sermón 63)43

   Si viene la tentación de la carne, si viene el mal hombre y te quisiere engañar, y quiere que ensucies tu cuerpo y tu ánima, abogada tienes en la Virgen María. (Sermón 32)44

 

41 OC I, 689, n. 9.

42 OC 111, 192, n. 33.

43 OC 111, 854, n. 29.

44 OC 111, 396, n. 32.